Club del Brindis en Bariloche

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¿Qué harías si te invitan a una reunión del Club del Brindis? Si no bebes alcohol, seguramente la rechazarías. De lo contrario, aceptarías gustoso. Esto último hicimos.
La cita fue en Morena, en la calle España, un lugar con mucha historia gastronómica, donde hace años, y en restaurantes con otro nombre, cocinaron verdaderos “próceres” de la gastronomía argentina; entre ellos Ramiro Rodríguez Pardo. Es un sitio enigmático, atípico para un restaurante, pero cuya historia culinaria invita volver a visitarlo.
El Club del Brindis funciona en el tercer salón del inmueble, “el de más abajo”, diseñado para degustaciones. Esto, entre otras ventajas, permite que a la salida, no haya que bajar ninguna escalera. El lugar luce bien iluminado y tiene una amplia mesa elevada, con banquetas. Un recinto bastante adecuado para degustar y analizar diferentes bebidas espirituosas.

El nuevo club ya cosecho numerosos adeptos en Bariloche.

La idea nació en dos referentes de la gastronomía barilochense: el chef y cocinero Richard Oyarzún y un experto en vinos, Diego Freixa. Ambos con prontuario conocido, que no reiteraremos.
Richard nos dio la bienvenida y explicó que el nuevo club inicia sus reuniones con la convicción de generar un lugar para disfrutar de buenos momentos, aprender y probar nuevos sabores. El prepara las picadas o los finger food que acompañan cada degustación, que puede ser promovida por los titulares del club o bien por los asistentes. “El lugar está y tenemos acceso a la cocina de Morena, lo que implica que podemos preparar todo tipo de comidas que permitan acompañar una degustación. Pero esto no es un restaurante. Si la idea es cenar, hay que subir a Morena”, indicó.

Richard Oyarzún, anfitrión y promotor del Club del Brindis en Bariloche.

Durante nuestra visita, la degustación de vinos (casi una cata) estuvo dirigida por Jorge Priori, reconocido distribuidor de vinos en la Patagonia, que ofrece productos de varias bodegas. “Hoy los voy a sorprender, les haré probar vinos elaborados por tucumanos”, anunció.
Antes de descorchar, Richard Oyarzún explicó que el club se comunica por las redes sociales y que todos los socios están en un grupo de WhatsApp. Para vincularse se puede llamar al +54 9294 4693963.
Sobre el centro de la amplia mesa fueron servidas dos generosas picadas y acto seguido Priori comenzó con la presentación de los vinos, que obviamente pueden ser adquiridos en botella después de la degustación. O encargarse por caja, con entrega en domicilio.
Tucumen es la fusión de dos tierras amadas por la familia Budeguer: Tucumán, que los recibió a principios del siglo XX para echar sus primeras raíces en Argentina y Mendoza, elegida para elaborar sus vinos.
Con solo mirar la botella, uno se percata que probará algo distinto. Sus etiquetas son un mosaico de tonos y colores. Y obviamente son vinos que solo se consiguen en vinotecas o con selectos distribuidores.
En primer lugar se sirvió un Sauvignon Blanc, cosecha 2018, un fiel exponente de la cepa. Jorge explicó las características de esta conocida uva y respondió las consultas de los presentes.


Posteriormente se sirvió un Chardonnay Semillon, rionegrino, “Aguijón de Abeja”, elaborado por la familia Durigutti en el Alto Valle. La bodega, conocida por la mayoría de los presentes, envasa tintos y blancos desde el 2002 y sus productos ya son habituales en la cordillera.
Sin dudas el vino menos conocido por los asistentes fue el “Zinfandel”, de la bodega Tucumen. Es típico de California y sus uvas fueron cultivadas en Mendoza, en la zona de Agrelo, Luján de Cuyo. Un tinto con mucho cuerpo, muy expresivo por su combinación de notas especiadas y su dulzor elegante y característico. Su avance frutado se equilibra con taninos intensos que aportan estructura, personalidad y prolongada memoria en boca.
También se pudo probar un Petit Verdot de Tucumen, cuyas uvas también se cultivan en Lujan de Cuyo, la cepa más oscura entre los vinos tintos. Su color es púrpura profundo, con equilibrados aromas que recuerdan frutos negros, moras, grosellas y ciruelas maduras. De su paso por barricas de roble quedan recuerdos de cassis y suave café. Se expresa complejo y en boca aparece la fruta y exóticas especies. Sus taninos firmes y maduros le aportan fuerza y carácter.

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