Ella es “experta en vinos”

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Anabella Alcuaz recibió finalmente, junto a otros tres argentinos, el diploma WSET (Wine & Spirit Education Trust) lo que constituye un reconocimiento internacional en materia de vinos y bebidas espirituosas. Alcuaz participó junto a otras 15 personas en el curso que por primera vez en la historia el instituto internacional dictó en Sudamérica y que promovió a los primeros cuatro argentinos WSET. El examen final sufrió las restricciones en materia de importación, ya que los vinos a catarse tardaron seis meses en salir de la aduana.

Anabella es propietaria de Patagonia Vinos, la principal vinoteca de la ciudad, y reconoció haber estudiado muchísimo durante los cuatro años que duró el curso, con formato universitario. Además, para probar y conocer sobre vinos y bebidas, realizó viajes por diferentes países del mundo. “Esto es algo que me apasiona, por ello, no dudé en poner todo mi empeño y esfuerzo para lograr el objetivo”, aseguró.

Anabella Alcuaz junto a la prestigiosa sommelier Paz Levinson, en Patagonia Vinos.

En el examen final hubo que probar 12 vinos, agrupados de a 3 botellas de una misma variedad. Había que describir cada una de ellas. Anabella Alcuaz recuerda así su experiencia, de la cata a ciegas, donde debió realizar un análisis sensorial del vino contando con poco o nada de información sobre su procedencia o variedad. Así resumió la experiencia con las primeras tres botellas:

“Los tres primeros vinos me desconcentraron tanto que tuve una gran lucha interna, con mi cabeza y mis sentidos, para poder avanzar y terminar las notas de cata en el tiempo asignado (10 minutos por botella). Eran tres blancos y la instrucción en el papel de examen decía que eran de la misma variedad. Mi vista fue directo a la última copa, de un marcado color amarillo oro, lo que me llevó a pensar –sin probarlo- que se trata de un vino evolucionado y probablemente dulce, ya que este color es típico. El primero era de color amarillo muy pálido, con bajo nivel de alcohol, acidez muy marcada y una nota de petróleo que me condujo a un Riesling con algo de evolución. Esta nota mineral es casi una garantía de que estamos en presencia de esta variedad: cuanto más marcada, más evolucionado el vino”.

Anabella dirigiendo una degustación de vinos, en el 1° Piso de la vinoteca.

“Hasta ahí, todo cerraba. Enseguida pensé que se trataba de tres Rieslings. El último podía ser dulce, como lo que se elaboran en Alemania o Australia. Pero la sorpresa vino con el segundo vino. Tenía muchas notas minerales pero ninguna de petróleo. Fue entonces cuando entré en pánico y tuve que obligarme a mí misma a quedarme allí sentada para no huir… Enseguida degusté el tercer vino, que efectivamente era dulce, pero no podía ser un Riesling ya que tenía notas amaderadas, señal de su paso por barricas de roble. La lógica indicaba que no era un riesling: esta variedad no se lleva bien con la madera y por ende no se utiliza el paso por barrica durante el añejamiento”.

“Mis sentidos se agudizaron y con un poquito de suerte mi memoria me condujo al lugar preciso: era un Sauternes! Esas delicadas notas de miel, damasco, frutos secos y vainilla son las que afaman a estos vinos. Los Sauternes se elaboran en el sudoeste de Francia, con Sauvignon Blanc, Semillón y Muscadelle”.

“¡Había develado la incógnita! Los dos primeros vinos eran Semillón. Esta particularidad era el hilo conductor entre los tres vinos: la atractiva mineralizad y marcada acidez son características típicas de esta variedad elaborada en Hunter Valley, Australia y en Sudáfrica.”

Además de ser experta en vinos es traductora de inglés, algo que contribuyó muchísimo en sus estudios, ya que las clases, exámenes escritos y orales y entrevistas tienen lugar en este idioma. También contribuye dominar el francés, italiano y castellano, pero el inglés es fundamental.

Junto a la barilochense obtuvieron el diploma Flavia Rizzutto (directora de CAVE y distinguida como mejor sommelier de Argentina en 2002), Carolina Garicoche (sommelier y editora de la revista Master Wine) y Matías Chiesa (sommelier de Restó y docente en CAVE).

Durante los cuatro años de estudio, además de perfeccionarse en vinos y enología, los participantes deben aprender sobre marketing, comercialización internacional, geografía, climatología y biología, entre otras materias. La experta evaluó que la principal diferencia que tienen los sommelier argentino (y ella como alumna) con los profesionales del hemisferio norte es que ellos pueden probar sin mayores problemas vinos y bebidas de todo el mundo, mientras que en el sur esto es muy restringido. “Nosotros tenemos que viajar, lo que constituye un costo adicional muy importante”, evaluó.

Anabella dirigiendo una degustación en el restaurante Cassis.

El examen final, que se realizó en los salones del Centro Argentino de Vinos y Espirituosas (CAVE) se demoró seis meses, ya que los vinos a catarse tuvieron problemas para salir de la aduana. Esto causo malestar entre los directores del instituto, y Argentina no volvería a ser sede del curso. Los participantes debieron catar 12 vinos a ciegas (sin ver la botella) y realizar una nota de cata, por escrito, de cada botella. Luego hay un examen teórico. La nota final llega después de unos dos meses.

Alcuaz opinó que los primeros cuatro diplomas constituyen un reconocimiento más para los sommeliers y los vinos argentinos. También les abre la puerta al curso para “Master of Wine”, el máximo título internacional.

El diploma WSET, en comercialización y distribución de vinos y espirituosas en el mundo, habilita a los poseedores al curso Master of Wine, título que solo obtuvieron 313 personas en el mundo. Paralelamente, Anabella Alcuaz y sus compañeros de Argentina ingresaron ala AsociaciónInternacionalde Vinos y Espirituosas, una entidad destinada a difundir las bebidas por el mundo. En estos cursos se analizan vinos, espumantes, whisky, bebidas blancas, pero no cervezas.

Anabella junto al chef Pablo Campoy, a minutos de comenzar una degustación con maridaje.

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