Para mozos! Errores a la hora de servir un vino

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Vender y no sugerir

Lo más frecuente es que el comensal no conozca al detalle la carta de vinos. De ahí que los mozos con cancha siempre ofrecen un menú de soluciones sencillas a la hora del pedido. En cualquier caso, es fácil que esas soluciones se transformen en pesadillas si la avaricia del mozo le hace recomendar solamente las botellas por las que recibe una propina con el conteo de corchos. De esta manera el maridaje pierde su total importancia.

 

Llevar a la mesa la botella destapada

Esto además de considerarse un pecado puede encuadrase en el derecho penal: en el peor de los casos, permite al consumidor sospechar que la botella no contiene el vino que pidió, sino otro, y que en el fondo lo están estafando. Es frecuente en mozos poco experimentados, que por miedo a pifiarla con el sacacorchos, empiezan en la cocina el descorchado. En este caso el comensal puede exigir la apertura de una nueva botella delante suyo.

 

No mostrar la etiqueta

Pecado menor entre los pecados posibles, el mozo que llega a la mesa y no presenta el vino para que quien lo haya elegido certifique que se trata exactamente del vino encargado, merece ser condenado al purgatorio o al menos a las puertas del infierno por piola. Ya que puede pasar que sea una botella equivocada o malintencionada (uno pidió nivel varietal y descorchan reserva, cargando la cuenta) y después viene la trifulca. En eso, siempre es mejor que el consumidor diga que es el vino que pidió. Ya que una vez abierto, no habrá discusión posible.

 

No preguntar quién prueba

Una vez abierta la botella hay mozos que se forman junto a la mesa y, cordialmente, preguntan quién probará el vino. Pero hay otros que asumen desde el vamos que el responsable de probarlo es el hombre. ¿Y si el hombre no sabe o no quiere? ¿Y si en la mesa hay una mujer conocedora de vinos o sencillamente una mujer a la que le gusta ocupar ella el lugar de catadora? Por no preguntar se mete en un brete y le puede complicar la digestión al resto. Eso, si no mencionamos uno peor, que es no darlo a probar a nadie y servirlo derecho en las copas y a otra cosa con las dudas.

 

Discutir con el cliente la calidad del vino

Si bien es cierto que son pocos los que saben cuándo un vino está en mal estado, es frecuente que un mozo se empecine en no reconocerlo y discuta con el cliente. Este es un pecado de vanidad, que en el caso del mozo es doble, porque el cliente siempre tiene la razón (aunque no la tenga). Es mejor cambiar el vino que enfrascarse en una discusión que acabe con la retirada del comensal.

 

Servir las copas hasta el tope

Pecado estético y funcional, es un pecado al fin que raya la grosería. No todos los mozos saben que el vino se sirve hasta el “ecuador” de una copa. Y esto es el punto más ancho de su cáliz. Por arriba, falla en oxigenar el vino. Por abajo, es una medida mezquina.

 

De Yapa, otro pecado

No fajinar correctamente las copas.

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